7 de enero de 2012

Tu príncipe.


Las lágrimas no dejan de caer, las intento retener, por un momento me calmo, y recuerdo como empezó todo.
Yo era Anaïs, una joven que viví prácticamente, toda mi vida en el castillo del rey, ya que mi madre era una criada que trabajaba allí antes de que yo naciera. Cuando tuve 16 años, mi madre murió y como me querían lo suficiente como para no abandonarme a mi suerte, me ofrecieron trabajar allí. Acepte.
Esa vida no me molestaba, tenia comida y techo por un trabajo que podría ser peor. El rey era amable y me trataba bien. Una mañana de mayo, su hijo regreso después de haber estado ausente 8 años. Me encontraba preparando su dormitorio, cuando sin previo aviso entro.
-Lo siento, ya termino.
-No debes disculparte, y puedes tener el tiempo que desees, Anaïs.
Me gire sorprendida.
-Como sabes mi nombre?
-Ya me has olvidado?
Parpadee confundida. Me contó que de pequeños, ambos jugábamos juntos, recorríamos el castillo, y hacíamos travesuras siempre que podíamos. Reí al recordarlo todo. El me sonrió y me guiño un ojo. A partir de ese día, volvimos a ser tan cercanos como antes, una amistad que seguía ahí aunque hubiera pasado mucho tiempo. Volvió esa confianza, y muy pronto me olvide de que el era un príncipe, y yo una criada.
Sollocé al llegar a la parte en la que cambio todo. Yo barría el pasillo cuando oí una conversión que tenían las amigas de la reina.
-Enhorabuena, Cindy, tu matrimonio sera muy feliz.
Pare inmediatamente de barrer y fruncí el ceño. Recuerdo una pregunta que paso por mi mente, Quien seria el desafortunado que se casaría con Cindy?
Cindy, una niña rica mal criada. Ella y yo nunca no nos habíamos llevado muy bien... Siempre me decía cosas como 'sucia criada' o 'pobre fregasuelos' Simplemente insoportable.
-Muchísimas gracias, cuando el príncipe me lo dijo, casi me desmayo de la felicidad.
La odiaba y en ese momento aun mas.
Juro que pude oír como mi corazón se rompía, y cada lágrima caía al suelo.
Termine de barrer y fui a mi habitación. No salí de allí en una semana. Puse la excusa de que me encontraba enferma y no deje entrar a nadie. El príncipe llamo a la puerta todos los días. No le abrí ninguna vez. Como podría? Me sentía herida, traicionada, humillada. El se iba a casar con la persona que mas detestaba en el mundo. El lo sabia, pero aun así lo iba hacer. Durante ese tiempo intente convencerme de que el tenia la culpa, pero en el fondo, la tenia yo por enamorarme.
Limpiaba los cristales del salón cuando de espaldas a mi, Cindy entro.
-Hola Anaïs, cuanto tiempo sin verte! Veo que sigues... Eh... Igual
No me moleste en girarme, no quería que viera mis ojos rojos de tanto llorar.
-Te has enterado de la buena nueva? Me casare con tu querido príncipe.
De buena no tenia nada.
-No es mi querido príncipe - dije sin girarme.
-No? Pero si es verdad que lo amas, no Anaïs? Tu te podrás engañar a ti misma, pero a mi no.
No me molesto que lo supiera. De todos modos, ya no me importaba nada. Ella siguió hablando.
-Pobre Anaïs, no sabes que el no se fijaría en ti con esas ropas? Ay... - suspiro - eres lo suficientemente tonta para enamorarte de un príncipe azul siendo una pobre criada.
Me fui de allí sin evitar dar un portazo.
A medianoche, tuve todo listo para irme del castillo. Preparaba un caballo cuando unos brazos me rodearon por detrás.
-No sabes lo preocupado que estuve al no verte. - dijo en mi oído.
-No deberías. - dije con mi voz mas fría. Y con dolor, me aleje de el. - Tienes una futura esposa por la que preocuparte.
-Veo que te has enterado... -dijo con voz afligida.
-Alegrate, seréis un matrimonio muy feliz.
-No creo, yo la odio, no quería, mis padres me obligaron...
-Pero de todos modos, te casaras con ella, no? Eso es lo único que me basta para irme.
Me subí al caballo y le eche una ultima mirada.
-Se feliz, de verdad. No sera difícil olvidarse de una simple criada que cometió el error de enamorarse de ti.
Y me aleje lo mas rápido que pude.
Apenas había pasado un día desde que me fui, pero yo ya pensaba alguna forma de seguir adelante y mantenerme con vida.
Estaba sentada frente a un rió, limpiando mis mejillas húmedas, cuando una mano me tapo la boca.
-Jamas podría olvidarme de la criada que amo. - Susurro una voz en mi oído.
Me gire, lo abrace y volví a llorar, sin evitarlo. Apoye mi cabeza en su pecho, tranquilizándome con los latidos de su corazón mientras el me consolaba.
-Te acuerdas de cuando eramos pequeños, y siempre jugábamos a que yo era el príncipe que rescataba a la dulce princesa? No importa en que peligros estabas, subida al estante mas alto de la biblioteca, encerrada en la granja con las gallinas, o simplemente ahogada en la bañera del baño. -Ambos reímos al recordarlo- Siempre fui, voy, e iré a por ti. Porque tu eres mi princesa. - Con dulzura, empezó a besar mis lágrimas y termino en mis labios. - Y yo tu príncipe.

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