19 de septiembre de 2011

Mi vida en tu corazón | Cap. 4


Estaba tan concentrada preparándome la ropa que me iba a poner esta noche, que no oí cómo tocaban en la puerta. Al final me di cuenta cuando esta se abrió, y Tellie asomó la cabeza.
-Alessia, ¿no bajas a cenar?
-¿Qué? – Miré la hora en reloj de mi mesa y me sorprendió ver que eran las 9 y 15, por lo que todos ya estarían a punto de cenar… y ella aún estaba aquí.
-Llegas tarde, todos te están esperando desde las 9 y tú sigues aquí como si nada.
-Lo siento.
-Venga, vamos.
Dejé el vestido azul en la cama, y bajé con mi hermana al comedor. Todos tenían malas cara, algunos con el ceño y labios fruncidos, y otros dando en la mesa con las uñas.
-Siento llegar tarde, estaba distraída.
-Siéntate, que se te va a enfriar la comida de lo que ya está.
La cena fue bastante silenciosa, lo que me ayudó a poner en orden algunos pensamientos. Sobre Evan. Quién si no. El chico del mar que hacía latir a mi corazón más rápido, al ritmo normal que tienen todas las personas. Con solo una sonrisa o con mirarme a los ojos.
Era extraño cómo había cambiado mi vida en tan solo 4 días. Antes de que lo conociera me sentía triste, desolada, resignada pero no me había dado cuenta. No tenía ganas de reír ni de hablar.
Ahora, tenía ganas de vivir. Sí. Vivir. No quería morirme. Quería seguir en este mundo. Era una tristeza diferente a la anterior. Quizás si viviese lo normal, como todo el mundo, podría pasar más tiempo con él. Conocer lo que le hace reír, para conseguirlo siempre, lo que le hace llorar, para evitarlo cueste lo que cueste. Viajaríamos en barco, ¿por qué no? En aguas tropicales. O a través de un océano. Donde sea a su lado. Quizás podría tener un futuro con él. Claro, si me ama. Pero, yo no quería que me amase. Iba a morir. Y si el me quería lo suficiente, significaba que iba a sufrir. No quería que sufriera, que derramara lágrimas en mi tumba, ni que pusiera flores bajo mi nombre. Y cuando yo no estuviera el se casaría con otra… formaría una familia… y se olvidaría de mí.
Miraría a la luna por las noches, y oiría el ruido del mar, entonces se preguntaría, ¿De quién me tengo que acordar?
Y mi nombre solo lo llevaría el mudo viento, así que jamás se acordará. Porque yo estaré muerta, y no podré recordárselo. No podré decirle que me hace daño no estar a su lado… y que lo amo…
-¿Alessia?
-Cariño, ¿estás bien?
-Ale… estás… llorando.
Me toqué los ojos y había lágrimas en mis dedos.
¿Una verdad hacía tanto daño?
-Estoy bien, solo tenía una cosa en el ojo. – Conseguí decir, pero los demás me seguían mirando preocupados. – ¿Podemos seguir? Gracias.

A veces es tan difícil sentir. Sientes tantas cosas a las que tienes que dar nombre. Y aceptar. Pero para sentir tienes que dejarte llevar.  Sentir significa no pensar. Y eso es lo que iba a hacer esta noche. No pensar y sentir.
Decían que la vida son dos días, bien, pues yo solo tenía una mañana y no la iba a desaprovechar.
Esa noche, Evan estaba acostado en la arena, con los brazos bajo la cabeza y los ojos cerrados. Me acerque lentamente, con el corazón ya anticipado, y latiendo rápido.
Cuando me senté a su lado abrió los ojos.
-Hola Alessia… - Noté algo extraño en su voz y en sus ojos.
-¿Evan? ¿Pasa algo? Tienes los ojos brillantes.
-No es nada. Solo que la semana pasada mi abuelo me regaló un libro, Mensaje en una botella. Hoy lo he terminado, y a causa del sobrecogedor final, he estado pensando… –Asentí para que continuara. - … en lo triste que debe ser perder a la persona que amas, y en lo difícil que deber ser volver a enamorarse, ¿no crees?
Mi cara en ese momento tenía que ser todo un poema. ¿Por qué Evan me decía eso precisamente hoy? En eso estaba pensando mientras cenaba, y a duras penas había conseguido olvidarlo, y ahora, va él, y me lo recuerda.
Tragué saliva. Estaba esperando una respuesta.
-Sí… tiene que volver a ser feliz, aunque eso signifique olvidar a la otra persona.
-Imposible, siempre la llevaría el corazón. Es algo que no se puede remediar.
¿Debía contarle la verdad? Uno de mis miedos se había apagado, pero no todos.
Me mordí el labio. ¿Era ya la hora?
-Evan… tengo una cosa que decirte… aunque no sé como hacerlo y lo siento, aún tengo  miedo de expresarlo con palabras.
-Alessia... no pasa nada, es más, tengo una idea. Ahora vengo, no te muevas.
Se levantó y salió corriendo. Solo una vez se giró, y fue para guiñarme un ojo.
Tenía que pensar en como decírselo.
“Evan, voy a morir en cualquier momento”
“Voy a morir, pero no quiero, créeme, estoy va más de mis posibilidades.”
No, todo era demasiado dramático. Pero mi situación era dramática, por mucho que no lo quisiera. Cerré los ojos, y por un momento imaginé que mi vida continuaba. Era la primera vez que imaginaba esa cosa, y para decir la verdad, tenía miedo. Desde pequeñita me había auto enseñado que para mí no habría futuro, y pensar ahora eso, era como precipitarse por un acantilado. Pero no podía imaginar mucho, ya que me haría daño no poderlo vivir. Menos mal que divisé a Evan antes de llegar demasiado lejos.
Fruncí el ceño cuando vi que llevaba en la mano una botella, un folio y un bolígrafo.
¿Qué quería que hiciéramos? A él siempre se le ocurrían cosas de las más extrañas.
-¿Evan?
-Tranquila, Alessia, tengo la solución a tus problemas. ¿No querías decirme algo pero no estabas segura de hacerlo?
-Sí…
-Escribe aquí lo que quieras. Después de todo, se lo llevará el mar. Y si al escribirlo y lanzarlo al mar, te sientes más segura, me lo dices, ¿vale?
-Es una locura, pero acepto.
Me dio el folio, el bolígrafo, y dejé que todo saliera de mí hasta el papel. Todo lo que sentía.
Después de 6 minutos, miré al papel, leyendo lo que había escrito, asombrada de lo que había cargado en mi corazón:

Para mi dulce Evan..." 

No hay comentarios:

Publicar un comentario