11 de septiembre de 2011

Mi vida en tu corazón. | Cap. 3


Cenando con mi familia por la noche, no pude disimular mi cansancio. Hasta la monótona rutina de coger el tenedor, pinchar, y llevarse la comida a la boca, me cansaba. Parpadeaba más de lo usual, intentando estar despierta.
Mi familia tampoco pudo disimular su preocupación.
-Alessia, ¿te encuentras bien? – Preguntó mi madre, mirando de reojo al resto de la familia. Mis abuelos, mis tías, mi hermana y mi padre, se encontraban en la mesa, por lo tanto, tenía que mentir, ya que me resultaba incómoda más audiencia de la que ya me prestaban.
-Si, es solo que no tengo hambre… - Removí la comida en el plato, sin apetito.
-Ale… si quieres podemos llamar al médico… ya sabes….
-No quiero un médico…
-… que el vendría en seguida, su casa esta cerca de….
-¡No quiero ningún médico! – Me levanté de la mesa indignada. - ¿¡Es que no comprendéis que no tengo hambre!? Por Dios, no soy de porcelana. ¿Si vosotras tampoco lo tenéis eso significa que debo llevaros a un hospital?
-Pero Alessia…
-Pero Alessia nada. Ya está bien. Que me vaya a morir, cosa que hacen todos los humanos tarde o temprano, no significa que sea un extraterrestre. Me voy.
Fui a mi habitación andando, pero con paso rápido. Cuando llegué, me tumbé en mi cama derramando algunas lágrimas.
¿Por qué me tenían que tratar diferente?
Evan no lo hacía. Era cierto que él todavía no sabía nada de mi enfermedad, pero intuía algo en mí, pero aún así, no se alejaba, se quedaba conmigo.
¿No podía hacer mi familia lo mismo?
Me entregué al sueño apenas consciente de hacerlo.

El viento empujaba contra las ventanas de mi habitación, como si tuviera la intención de despertarme, para hacerme saber que la medianoche estaba cerca.
Pero esa noche había luna nueva, ni ninguna razón para bajar a la playa. ¿No?
Me moría de ganas de ver otra vez a Evan. Y esta vez sin excusas. Sinceramente no me importaba si había luna o no, lo que me importaba era él. El único capaz de conseguir que me olvide de que voy a morir en cualquier momento.
Me puse un vestido ligero rosa pálido, y unas sandalias blancas, a continuación, salí de mi casa, directa a la playa.
Caminando capté un ligero olor a humo, y me asusté, por si cerca había un incendio. Pero me fijé bien, y vi que era una hoguera y a su lado… Evan.
Me sorprendí.
-¿Qué haces con una hoguera encendida?
-Cenando. ¿Quieres? – A su lado había un plato con peces de considerable tamaño, pelados y sin espinas por el cuchillo que Evan tenía en el bolsillo.
-La verdad es que sí, no he cenado nada.
-¿Y eso? – Cogió uno de los peces, lo puso en la sartén, y esta en las brasas. El pescado comenzó a coger un color dorado.
-No tenía hambre, pero ahora al ver esto, se me hace la boca agua.
-Come tanto como quieras, yo acabo de empezar y me sentía un poco solo.
-Ya no, yo estoy aquí contigo. – “Hasta que muera” Un futuro muy próximo. Evan me miró a los ojos, y estuvimos unos segundos en silencio. Decidí romperlo, incómoda. – ¿Los has pescado tú?
-Sí, mi padre me enseñó desde muy pequeño, y me encanta, aunque se necesita mucha paciencia. – Volvió la mirada hacia el pescado que ya tenía un color muy apetecible. – Toma, que aproveche.
Él me lo puso en un plato de porcelana, y me dio los cubiertos y un limón.
-Vaya, lo tienes todo preparado.
El me guiñó un ojo, yo sonreí, y luego comencé a comer. Estaba buenísimo, exquisito y al punto.
El tiempo paso lento para mis ojos, aunque rápido para mi corazón, y sin darme cuenta de nada, ambos estábamos recostados en la arena mirando las estrellas.
-Si pasara una estrella fugaz, ¿Qué pedirías? – Preguntó él de repente.
Pensé por un momento. La verdad es que estaba agusto con lo que tenía, y no me faltaba de nada. Una amada familia, estudios, y este fantástico chico a mi lado. Aunque todo eso no servía de nada si no vivías. Yo quería vivir.
-Un corazón. Querría un corazón nuevo, ya que el mío esta destrozado. – Literalmente. Pero eso el no lo sabía. Pobre, me tendría que seguir la corriente con lo que decía por mi culpa, aún yo era lo demasiado cobarde por no dar el paso y contarle la verdad.
Él se giró mirándome apoyándose en un codo, yo hice lo mismo, cara a cara con él.
-Yo podría darte mi corazón…
Le dí un golpecito en el hombro. – Tonto.
Él hizo lo mismo conmigo, pero con menos fuerza. – Tonta tú.
Empecemos a reír al mismo tiempo. Pero luego al calmarnos, pensé un poco en las estrellas.
-¿Aquí pasan estrellas fugaces?
-Sí, desde pequeño he venido a esta playa y muchas veces las he visto.
-No creo que yo tenga esa suerte.
-Quién sabe.
Cerré los ojos por un momento, y pensé, durante toda mi vida había luchado en los quirófanos, manteniendo la esperanza de que hubiese una cura para mi corazón, para nada, porque lo único que lo podía salvar era uno nuevo, un transplante, y la lista era larga, muy larga. Después de una cansada vida, ¿esperaban que confiase en una piedra brillante atravesando el cielo?
No.
-Me tengo que ir ya…no vaya a ser que descubran la cama vacía y ahí si que va haber peligro si mi madre se entera.
Él se levanto primero y me ayudó a levantarme. Aunque callado.
-Bueno, adiós. – Dije yo ya que él seguía en silencio.
Me giré para alejarme, aunque un poco triste por la despedida tan fría. Pero algo me tiró del brazo y no se cómo, me encontré frente a su pecho, con sus brazos apresándome.
-¿De verdad pensabas que te iba a dejar así? Que poco me conoces. – Y me besó dulce, muy dulce, para luego terminar con un pícaro pico.
Él me afectaba, y mucho. Dos palabras estaban a punto de haber salido de mi boca. ¡Madre mía! ¡Iba a decirle que le quería! Menos mal que me mordí la lengua. Todo era culpa de lo mágico del momento, nada más.
Le acaricié el rostro con mis dedos, como si quisiera memorizarle, a pesar de que podría describirle perfectamente.
-Eres muy dulce, Evan.
-Créeme, nunca he sido así, pero contigo todo vale la pena. Las penas, el dolor, las lágrimas.
-Tú has hecho latir mi corazón de nuevo, antes iba lento, ahora late rápido. Gracias a ti.
-Ahora que tengo este recuerdo, puedo pasar sin ti hasta mañana por la noche, aunque te echaré de menos igualmente.
-Yo también. A veces creo que me duermo y sueño. Que esto no es real.
-Todos los sueños son reales. Ahora es mejor que te vayas porque si pasa algún minuto más, no creo que te deje marchar. – Puso su boca muy cerca de mi oído y susurró. - Estoy considerando seriamente secuestrarte.
-No creo que pusiera mucha resistencia.
El rió aún junto a mi oído. – Adiós, Alessia.
Fue curioso que cuando caminaba hacia mi casa, note que algo se desprendía lentamente  de mí.
No me di cuenta hasta que cerré los ojos en mi cama, de que era la felicidad.

5 comentarios:

  1. Diosssss Judit, en serio ¿cómo escribes tan bien?
    Me ha encantado este capítulo, todo! Estoy enganchada ;D
    y si que es dulce Evan!!! ^^

    ResponderEliminar
  2. @-Criss ^^
    Jejeje Si me sale solo! xD
    Ayy me alegro mucho! Estoy súper ilusionada!
    Si si, un Don Juan esta hecho x)

    ResponderEliminar
  3. Sí, tienes un arte para escribir!! ;D
    Jajajajaja es un romántico! xD
    Ah por cierto, me gusta el fondo!(lo cambias cada dos por tres xD)

    ResponderEliminar
  4. @-Criss ^^
    Jejeje No me puedo estar quieta, es superior a mi xD
    No haber uno de esos romanticos de verdad! Xee... x)

    ResponderEliminar
  5. Jajajaja bueno, eso está bien!
    Ya ves, es un asco xD cuesta encontrar a un chico así.. ¬¬'

    ResponderEliminar