28 de agosto de 2011

Mi vida en tu corazón | Cap. 2


Al día siguiente, no pude borrar la sonrisa de mi cara. Intenté parecer seria, practicando frente al espejo, pero en vez de conseguirlo, me asustaba de mi rostro. Las ojeras de la otra noche estaban bajo los cansados ojos, eso, más mi sonrisa de oreja a oreja, que en vez de parecer amigable, era diabólica. Realmente daba miedo.
Evan.
Su nombre no paraba de repetirse en mi mente. Inundaba mis pensamientos. Era como si alguien hubiera apretado el REPLAY en mi cabeza.
Mi familia seguramente si se habría dado cuenta de mi gran cambio de humor. Pero a lo mejor no habían dicho nada porque temían que cambiase otra vez. ¿Tan pesimista era antes? ¿O simplemente no era feliz?
Mucho tardó la noche en llegar, y cuando lo hizo,  miré hacia la ventana. La luna esta vez era menguante, pero aún así, seguía siendo igual de hermosa.
Decidí bajar a la playa, más que nada, porque me gustaba la sensación de la arena entre mis dedos, la brisa del mar jugando con mi pelo  y el sonido de las olas.
No por ese chico que removía cosas en mi estómago, no.
Todos dormían profundamente y en silencio salí de la casa con pasos mudos.
Llegué a la playa, esta vez sin correr, y no había nadie.
Pues claro, ¿quién habría a estas horas de la noche? Mi lógica cabeza decía que nadie, pero mi alma replicaba que Evan.
Me sentía apenada, disgustada y mis ojos se humedecían. Me los restregué.
-Estúpida – Era imposible que tuviera esa emoción tan fuerte por él.
-¡ALESSIA! - Gritó alguien desde la orilla por lo que pude adivinar.
Miré al portavoz de la voz y por casi me da un ataque al corazón. Mi mente en ese momento no formó nada coherente.
Evan, hermoso, vestía solo unos pantalones desgastados remangados hasta las rodillas con una camisa blanca de botones, desabotonada, que se movía con el aire.
Estaba de pie sobre una barca pequeña blanca, que se balanceaba sobre las finas olas.
Su pelo dorado aún brillaba en la noche con sus ojos de ensueño.
Me quedé con la boca abierta, aún estúpida, asimilando toda la belleza en mi cerebro, para después mañana suspirar cuando estuviese sola.
Fui a él, no esperando ni un segundo más.
-Sorpresa…
-Evan… ¡Gracias! – Sin poder contenerme, lo abracé. Cuando al fin me separé, me mordí el labio y miré al otro lado, ocultando el color escarlata de mis mejillas. - ¿Vamos?
Él rió. El sonido más hermoso del mundo, después de su voz, claro.
-Sube – Él me ayudó a subir, agarrándome los brazos, pero eso solo bastó para que mi corazón latiera frenéticamente.
Una vez ambos sentados, él comenzó a remar. Fui notando poco a poco como la barca se movía son el tango de las olas.
-Supongo que te has escapado otra vez, ¿a qué sí? – Era bastante difícil concentrarse en lo que me decía teniendo semejante hermosura delante. - ¿Alessia?
-No… eh… sí. Perdona, ¿que decías?
-Que si te habías escapado esta noche también.
-Sí. De otro modo, no podría estar aquí.
-¿Por? – No sabía sinceramente si contestar. ¿Me trataría diferente o simplemente huiría de mí? ¿Podría confiar en él? Callé rehusándome a contestar. – Alessia…
-Esa no es la cuestión. Es más complicado.
-No importa. – Le miré a los ojos y cuando lo hice él me cogió las manos entre las suyas. – Esperaré lo que sea para que confíes en mí lo suficiente.
Después de eso, nos quedamos en silencio. Íbamos alejándonos de la orilla, adentrándonos en el mar.
-¿A dónde vamos?
-A donde tú quieras, te llevaré.
-Vale, a la luna.
-¿A la luna? Fácil. – Alcé las cejas.
-Te estas riendo de mí. – Dije entre risas, pero el estaba serio.
-No. Cierra los ojos, cuando lleguemos en seguida lo notarás.
Cerré los ojos, nerviosa. Los humanos habían hecho cosas increíbles, ¿pero navegar hacía la luna? Todavía no.
De repente, noté sus labios en los míos, y me dejé llevar, abandonándome a la magia del momento.
Ciertamente él me había llevado a la luna, para tocar las estrellas con un solo beso.

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